La Independencia como construcción personal y social.
La crónica histórica
recuerda que el 9 de julio de 1816 los congresales reunidos en Tucumán leyeron
una Nota de Materias a tratar ese día, donde figuraba entre otros temas, como
punto número 7 “si se debe declarar la independencia”.
Así como un hecho
ordinario, pasó a tratarse el tema y se aprobó por aclamación la Independencia
Argentina.
Sin embargo el hecho
no fue tan sencillo como parece:
España amenazaba
enviar 14.000 soldados para reprimir las revoluciones americanas;
Bolívar estaba siendo
derrotado y debía huir de Colombia;
El ejército del Norte
se encontraba retrocediendo y la amenaza estaba muy cerca de Tucumán y como si
fuera poco
el Imperio Portugués
en Brasil invadía la Banda Oriental, actual Uruguay, y amenazaba con apoderarse
de Entre Ríos y Corrientes.
Sin embargo San
Martín desde Mendoza, alentaba a los congresistas de Tucumán a declararla: “Seamos
libres, lo demás no importa nada”.
Era necesario la
declaración para comenzar la independencia de América. Porque entonces SU
guerra (que era la nuestra) no iba a ser una guerra interna o civil, sino una
guerra para defender los derechos americanos a gobernarnos a nosotros mismos.
“La guerra se la tenemos que hacer
como podamos: si no tenemos dinero, carne y tabaco no nos tiene que faltar.
Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan
nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios”
“Los argentinos no
somos empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca”.
Algunos tenían miedo.
Y ahí andaba San Martín insultando, enojado y dando ánimo.
Se trataba de una
declaración. Una manifestación de deseos. Pero la independencia no alcanza con
declararla. Hay que construirla todos los días.
Hemos tenido épocas de nuestra historia, en que anduvo perdida o
cajoneada, amordazada y desaparecida, épocas en que a nadie le importaba, en las que éramos
capaces de entregarla por nada por un viaje a Miami o una TV color.
Está en juego la
libertad, cuando privilegiamos nuestra posición individual o grupal a la de
toda la sociedad.
Está en juego la
libertad, cuando por un puñado de dólares entregamos nuestra cordillera,
nuestros ríos y nuestro ambiente al saqueo de las empresas mineras que explotan
sus riquezas pero destruyen nuestro futuro.
Está en juego la
libertad cuando por ambición de poder ponemos en juego la democracia y no
respetamos sus reglas .
Y en lo personal ¿Somos
capaces de perder la independencia? ¿Somos capaces de entregar nuestra libertad?
¿En manos de quién?
‘¿De quién dependemos?:
¿Del qué dirán?
¿De la imagen?
¿De las drogas, el alcohol?
¿De las modas que me
dicen que si no hago algo soy un tonto o no voy a ser reconocido?
¿Del consumo que me
dice que TENER es más importante que SER
¿Del miedo?
Ser independientes es
una construcción personal y social. Es no tener miedo al compromiso, es
intentar realizar el más lindo de los sueños que hayamos soñado, aunque sepamos
que nos va a costar mucho, mucho, pero que bien vale la pena el desafío.
Soy el Señor de mi
alma
Soy el Capitán de mi
destino.
Decía Nelson Mandela,
que estuvo preso 27 años injustamente, por defender la igualdad del negro
frente al blanco en Sudáfrica.
Seamos capitanes de
nuestros destinos. Intentemos ser cada día más libres. Y sin duda seremos un
mejor país y mejores personas.