miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Revolución Libertadora. Cambio de intenciones

El golpe de estado iniciado el 16 de setiembre de 1955, tuvo la participación decisiva de oficiales del ejército y la marina, pese a que las fuerzas militares leales al gobierno eran notoriamente superiores. Fue encabezado por el General Lonardi, representante de los grupos católicos y nacionalistas, y su acción se desarrolló en la ciudad de Córdoba.
Lonardi asume como presidente provisional el 21 de setiembre, proclamando que no hay “ni vencedores ni vencidos”. Su política duró dos meses. Los militares liberales y la oposición no querían dejar ni rastros del peronismo. Comenzará un período de represión política del peronismo, que encubría muchas veces un odio social y un enfrentamiento de clases manifiesto. Asume el General Pedro Eugenio Aramburu y como vicepresidente el Almirante Isaac Francisco Rojas.
Argumentando la defensa de la democracia, intervienen la CGT, disuelven el Partido Peronista, proscribe las actividades políticas de los peronistas, prohibió el uso de sus símbolos y arrestó muchos dirigentes. Anuló por decreto la Constitución de 1949 y reinstaura la de 1853. Presidida por Rojas, se forma una Junta Consultiva Nacional, conformada por dirigentes de partidos políticos antiperonistas.
El peronismo organizó la resistencia: huelgas severas, sabotaje de la producción y desobediencia civil fueron sus armas. El 9 de junio de 1956 se organiza la rebelión armada al cargo del General Juan J. Valle. Hubo más de mil arrestos, y 38 fusilamientos, todos antes de dictar la ley marcial. Esta acción profundizó la división.
La convención constituyente de 1957 obligó a reinstalar el artículo 14 bis. De todos modos el golpe fracasó en su intento de desperonizar al país.

La caída de Perón. Apuntes I

La notable expansión industrial y la mecanización del agro que desarrollada por la política económica del gobierno justicialista, incrementó las curvas de consumo de petróleo. En 1954, de los 10 millones de toneladas que se utilizaban, 6 eran importados. El Estado, según Gómez Morales, no podía invertir en la explotación sin descuidar necesidades básicas. Se llegó así a un acuerdo con la Standart Oil, por el cual la empresa vendería el hidrocarburo a YPF hasta que las necesidades internas estuvieran cubiertas. La oposición criticó duramente el convenio. El más importante fue Arturo Frondizi, quien en el congreso se opuso a la aprobación del contrato porque “enajena una llave de nuestra política energética, acepta un régimen de bases estratégicas extranjeras y cruza la parte sur del territorio con una ancha franja colonial, cuya sola presencia, si el convenio se sancionara, sería como la marca física del vasallaje”.

El 19 de setiembre de 1955, el Almte. Rojas, bombardeó las destilerías de Mar del Plata y amenazó con bombardear la destilería de YPF de ensenada.

“Me preocupaba – diría Perón – la destrucción de la destilería Eva Perón, una obra de extraordinario valor para la economía nacional y que yo la consideraba como a un hijo mío…influenciaba también mi espíritu la posibilidad de una guerra civil de amplia destrucción y recordaba el panorama de una pobre España devastada que presencié en 1939” [Juan Perón y los motivos para renunciar y no continuar la guerra civil]

“Ante la amenaza de bombardeo a los bienes inestimables de la Nación y sus poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer otros intereses o pasiones. Creo firmemente que esta debe ser mi conducta y no trepido en seguir ese camino. La historia dirá si había razón de hacerlo” [Renuncia de Juan Perón].

El otro rostro: Ernesto Sábato.

“Aquella noche de setiembre de 1955, mientras los doctores, hacendados y escritores festejábamos ruidosamente en la sala la caída del tirano, en un rincón de la antecocina vi como las dos indias que allí trabajaban tenían los ojos empapados en lágrimas…
Muchos millones de desposeídos y de trabajadores derramaban lágrimas en aquellos instantes, para ellos duros y sombríos. Grandes multitudes de compatriotas humildes estaban simbolizadas en aquellas muchachas indígenas que lloraban en aquella cocina de Salta”.