miércoles, 15 de diciembre de 2010

La caída de Perón. Apuntes I

La notable expansión industrial y la mecanización del agro que desarrollada por la política económica del gobierno justicialista, incrementó las curvas de consumo de petróleo. En 1954, de los 10 millones de toneladas que se utilizaban, 6 eran importados. El Estado, según Gómez Morales, no podía invertir en la explotación sin descuidar necesidades básicas. Se llegó así a un acuerdo con la Standart Oil, por el cual la empresa vendería el hidrocarburo a YPF hasta que las necesidades internas estuvieran cubiertas. La oposición criticó duramente el convenio. El más importante fue Arturo Frondizi, quien en el congreso se opuso a la aprobación del contrato porque “enajena una llave de nuestra política energética, acepta un régimen de bases estratégicas extranjeras y cruza la parte sur del territorio con una ancha franja colonial, cuya sola presencia, si el convenio se sancionara, sería como la marca física del vasallaje”.

El 19 de setiembre de 1955, el Almte. Rojas, bombardeó las destilerías de Mar del Plata y amenazó con bombardear la destilería de YPF de ensenada.

“Me preocupaba – diría Perón – la destrucción de la destilería Eva Perón, una obra de extraordinario valor para la economía nacional y que yo la consideraba como a un hijo mío…influenciaba también mi espíritu la posibilidad de una guerra civil de amplia destrucción y recordaba el panorama de una pobre España devastada que presencié en 1939” [Juan Perón y los motivos para renunciar y no continuar la guerra civil]

“Ante la amenaza de bombardeo a los bienes inestimables de la Nación y sus poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer otros intereses o pasiones. Creo firmemente que esta debe ser mi conducta y no trepido en seguir ese camino. La historia dirá si había razón de hacerlo” [Renuncia de Juan Perón].

El otro rostro: Ernesto Sábato.

“Aquella noche de setiembre de 1955, mientras los doctores, hacendados y escritores festejábamos ruidosamente en la sala la caída del tirano, en un rincón de la antecocina vi como las dos indias que allí trabajaban tenían los ojos empapados en lágrimas…
Muchos millones de desposeídos y de trabajadores derramaban lágrimas en aquellos instantes, para ellos duros y sombríos. Grandes multitudes de compatriotas humildes estaban simbolizadas en aquellas muchachas indígenas que lloraban en aquella cocina de Salta”.

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