miércoles, 12 de diciembre de 2012

La Generación del 80. La Argentina Liberal.

Entre 1810 y 1859 la población había crecido de 405.000 a 1.300.000 habitantes. El índice de crecimiento vegetativo era insignificante y no podía esperarse que por esa sola vía llegara el país a salir de su condición de desierto. Esta conclusión aconsejaba desarrollar una política inmigratoria decidida, y el Estado argentino la puso en práctica desde los primeros tiempos de la república organizada.
Con ritmo creciente, las olas de inmigrantes fueron llegando al país gracias a una activa propaganda y a las seguridades que ofrecía el Estado. Treinta años  después (1914) el 30% de la población argentina eran extranjeros. 
Esta población creciente tendió a acumularse en la región litoral, y de preferencia en los centros urbanos. La población rural, que si hubiera seguido una buena política colonizadora debiera haberse incrementado, disminuyó sensiblemente. Si en 1869 alcanzaba el 65,8% de la población en 1914 ya era de un 42,6%.A la inversa, Buenos Aires se duplicó en 20 años y, aunque no conservó ese ritmo, siguió creciendo en forma siempre desproporcionada con respecto al resto del país.
Al estancamiento poblacional de algunas zonas siguió el económico.

                  
Año
Área cultivada
Extensión ferroviaria
Relación Peso - Oro
1880
2.000.000 ha.
2313 km
0.71
1895
5.000.000 ha.

0.28
1905
12.000.000 ha.
19.430 km

1923
26.000.000 ha.



La economía en la generación del 80.

El modelo económico de la época se denominó Agroexportador. Por este modelo, la Argentina se transformó en pocos años en una importante proveedora de alimentos en los mercados mundiales y sus necesidades internas fueron cubiertas en lo esencial mediante la importación de bienes y servicios de otros países del mundo.

“Las políticas Liberales no constituyeron una causa, sino más bien la consecuencia del alto nivel de desarrollo económico previo (y protegido) de los países que lo practicaban que les daban condiciones superiores de competitividad”.

Se conforma el “Capital Financiero”, que señalaba que la actividad de diferentes empresas y la acumulación de capitales pasaba a estar cada vez más sujeta al dominio de los grandes bancos; crecía y se fusionaba el capital industrial estableciendo unidades de mayor tamaño (trusts y monopolios nacionales e  internacionales, como la United Status Steel Corporation, la Standard Oil o la General Electric en los Estados Unidos, Krupp, AEG o Siemens en Alemania), y se realizaban inversiones directas a  través de la instalación de filiales de esas grandes empresas en todo el mundo o la formación de otras nuevas dedicadas a la explotación de ciertos negocios, como en el caso de los ferrocarriles.

La incorporación de nuevos países al mercado mundial hacia fines del siglo XIX se realizaba, entonces, en el marco de un sistema en expansión, pero que, por las características mencionadas, limitaba fuertemente sus posibilidades futuras.

La generación del 80 era liberal en lo económico, conservador en lo político y progresista en lo cultural. Tenían como ideal una meta definida: la riqueza.
Lo esencial de las ideas económicas de los hombres que impulsaron el modelo agroexportador pueden resumirse en tres puntos fundamentales:

ü  La constatación de que el desarrollo económico argentino solo podía basarse en la inserción del país en el mercado mundial especializándose en el tipo de actividades en las que tenían “ventajas comparativas” (y éstas eral las que permitían utilizar el único recurso del que se disponía en abundancia y calidad, la tierra);
ü  La certidumbre de que para que dicha riqueza pudiera aprovecharse era menester suplir las dos carencias básicas que se tenía, la del capital y la de la mano de obra;
ü  La idea de que para hacer posible ambas cosas era imperioso expandir la frontera agropecuaria, resolviendo el problema del “indio”, y unificar el mercado interno.

Características Políticas.

La Argentina se caracterizó por la coexistencia en su seno de dos Repúblicas, una República “abierta”, como lo prometía el Preámbulo de la Constitución, que proclamaba el imperio irrestricto de las libertades civiles y la apertura más amplia hacia “todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, y una República “restrictiva”, en la cual las libertades políticas estaban condicionadas por la estructura del poder: será la conocida práctica de los “gobierno electores”, que sobre la base del fraude electoral sistemático tendían a asegurar la continuidad del régimen.

La oligarquía (el grupo dirigente que gobernaba en el Estado) tiene conciencia de la necesidad de captar inmigrantes para el crecimiento del país. Sin embargo un sentido de aristocracia, de superioridad social, comenzó a aflorar en los hombres de la generación directora de 1880; la conciencia del abismo que los separaba de ese conjunto heterogéneo que estaba por debajo de ellos robusteció su certidumbre de que eran de distinta condición, hijos auténticos del país y amos del suelo.

Por lo tanto, se creían con un derecho incuestionable a beneficiarse, como clase patricia, con la riqueza que el conglomerado criollo-inmigratorio creaba, multiplicando las posibilidades de sus propios bienes, antes improductivos. La riqueza fue la nueva ambición. La fiebre del lujo, de la ostentación y del poderío económico comenzó a atormentar sus espíritus. Y en la pendiente hacia la riqueza, no bastó lo que el país producía, y pareció necesario tentar la suerte en las más diversas aventuras económicas, muchas de las cuales adquirieron bien pronto los caracteres de oscuros “negocios” que comprometían, la soberanía de la nación y enajenaban su riqueza.

Así la nueva oligarquía tendió a cerrar su círculo y a defender sus privilegios. Por ello consideró que el poder público le correspondía por derecho y que no podía abandonarse en manos de hombres que surgían del conglomerado criollo-inmigratorio. Se volvió así antipopular y, cada vez más lejana de la masa que constituía la sangre y carne del país, la oligarquía vio crecer su desprestigio entre los restantes (la mayoría) miembros del país.

Sarmiento coincidía con Alberdi en la necesidad de un fuerte incremento poblacional proveniente de la inmigración. Pero su República requería también la presencia ciudadana de los inmigrantes a través de la educación, que aseguraba la práctica plena del ejercicio electoral y, de esta manera, el éxito de una democracia política y social.

La evolución del Estado moderno que surgió a partir de 1880 estaría así muy ligada a la vigencia del modelo económico que le sirvió de sustento. Cuando se amplió la base social y ese modelo empezó a dar señales de agotamiento, la continuación de las viejas práctica políticas se hizo imposible. La ley Sáenz Peña y el triunfo del radicalismo fueron una expresión de las tensiones económicas, políticas y sociales que aquél había generado y que la crisis de 1930 pondría plenamente en descubierto.

¿Cómo funcionaba el Sistema Político de la Oligarquía?

Era un sistema de transferencia de poder meditante el cual un reducido número de participantes logró establecer dos procesos básicos: excluir a la oposición considerada peligrosa para el mantenimiento del régimen y cooptar por el acuerdo a la oposición moderada, con la que se podía transar sobre cargos y candidaturas. En esta república restrictiva los únicos que podían participar en el gobierno eran aquellos habilitados por la riqueza, la educación y el prestigio. Era una oligarquía entendida como un sistema de hegemonía gubernamental desplegado tanto sobe una gran mayoría de la población, pasiva y no interviniente, como sobre los miembros pertenecientes a un estrato superior que emprende una actividad opositora.
Construyeron así una clase dirigente nacional, resultado de una alianza entre Buenos Aires y el Interior, con hegemonía de los sectores terratenientes pampeanos, cuya forma organizativa será la Liga de Gobernadores y sobre todo el P.A.N.  De esta manera emergió un estado estrechamente ligado a sectores económicos y sociales.


Los reclamos sociales

En 1872 se funda la sección americana de la Sociedad Internacional de los Trabajadores, que participó en el Congreso de La Haya, donde declararon: “es necesario combatir la funesta organización internacional de parásitos, es decir, la clase que vive y goza de los frutos de la tierra y de la industria, a expensas de aquellos que trabajan y sudan… es deber de todos los socios rechazar toda clase de gobierno que no sea encarnación de los trabajadores… siendo el trabajador el productor de todo lo que es útil y necesario para la existencia y bienes de la humanidad, debe tener el derecho de dictar leyes que rijan la sociedad universal”.
Entre 1877 y 1879 se organiza la Unión Tipográfica Argentina, exigiendo la reducción de la jornada laboral a 10 horas en invierno y 12 en verano. En 1881 comienza a batallarse por el descanso dominical. En 1882 se funda el Club Worwarts (Socialista). En 1889 Argentina participa de la Segunda Internacional. Los socialistas y los anarquistas desplegarán toda su fuerza para movilizar a la clase trabajadora y crear las primeras centrales obreras.

Vivamente iba haciéndose consciente que si bien los salarios nominales representaban un alto porcentaje, incluso en relación a los que se pagaban en otros países, sus diferencias eran grandes en cuanto al poder adquisitivo, debido a la suba de precios, la desvalorización de la moneda, y la creciente fuerza laboral que se permitía imponer un duro régimen de trabajo.

El problema habitacional fue uno de los más neurálgicos, no solo por el aumento indiscriminado de los alquileres, sino también porque frente a las exuberantes mansiones palaciegas, en las casas de inquilinato se apiñaba una cuarta parte de la población (conventillos). Además solo el 5% de los alumnos matriculados en la enseñanza primaria alcanzaban a completar el ciclo elemental.

Todo ello en medio de un orden oligárquico que estaba haciendo de la Argentina una nación agrícola-dependiente, con pronunciada concentración latifundaria que impidió la división más equitativa de la tierra; al punto que la extensión de algunos campos privados llegaron a equipararse con el tamaño de varios estados europeos.

“En vano se diga que este es un país rico cuando la tierra pertenece casi en su totalidad no al pueblo, sino a un puñado de capitalistas que forman la Sociedad Rural. La facilidad de enriquecerse consiste en que los salarios son tan bajos en proporción al costo de vida que casi todos los trabajadores al fin de mes están en déficit”

“En la Argentina ningún partido político, ningún estadista, ningún diputado ni senador se preocupó jamás de la suerte de los asalariados. La avaricia insaciable de la clase capitalista, la rapacidad de los gobiernos, con sus favoritismos a las empresas mercantiles, el abandono de todo aquello que está relacionado con los verdaderos intereses del pueblo, ha colocado a la clase trabajadora de la República Argentina en igualdad de condiciones que los obreros del viejo mundo, con la diferencia que allá la clase capitalista es medianamente inteligente y aquí es inepta en grado sumo”. Adrián Patroni, dirigente socialista.

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